Salía una chica en la pantalla. ¡Oh, no! Estaba detrás de ella, no lo podía evitar, no:
- ¡Detrás tuya! ¡Gírate! ¡No, no! ¡No te gires! ¡Corre! ¡Ahh! –le gritaba efusivamente a la pantalla del televisor y me abrazaba a Darío asustada, mientras, él se reía–: Dime que se ha ido… ¿Puedo mirar ya?
- Ja, ja, ja… –decía entre lágrimas de risas– ¿Puedes estarte tranquila? No te va a pasar nada, yo estoy aquí, contigo.
- ¿Y me protegerías para que no me pasara nada? –le pregunté poniendo carita triste.
- Con mi propia vida si fuese necesario.
- ¿Sabes por qué te quiero? –le pregunté con una cálida sonrisa.
- No –dijo acariciándome una mejilla.
- Por ese tipo de pequeñas estupideces que me dices, las cuales, me hacen sentir única…
Le di un besito, pero el besito se convirtió en un morreo; las caricias, en manos traviesas jugando debajo de la camiseta y del pantalón; y la televisión, pese a estar al máximo volumen que permitía, ni siquiera la escuchábamos, esa como si estuviera apagada…
Esta vez íbamos con más cuidado, más delicadeza, más lentitud: nada de prisa; poca pasión y mucho romanticismo… Era como si me estuviese cuidando, como si fuese de cristal y la posibilidad de poder romperme y hacerme añicos le hiciese ralentizarse y tratarme con esa especial delicadeza… Me gustaba que fuera así conmigo, incluso me hacía sentir querida, amada… Eso no lo había sentido las otras veces, era más un “aquí te pillo, aquí te mato”… Ahora no se sentía el ardiente y abrasador fuego: se sentía la calidez de una pequeña llama encendida entre los dos…
Todo continuó rondándome la cabeza mientras seguíamos aligerando ropa. Cuando ya estábamos desnudos, me ayudó a irme recostando en el sofá, poco a poco, despacio sin prisas, con mucho cuidado… Al darse cuenta de que yo no estaba disfrutando, paró y me dijo:
- ¿Qué te pasa? No pareces estar muy a gusto… ¿Quieres que paremos?
- No, no. Estoy bien, solo es que estaba pensativa… –me excusé, pero era verdad: estaba pensativa.
- ¿Segura?
- Sí, pero este ritmo… no me termina de satisfacer… Me gusta más cuando vamos rápido, sin pensar… sólo actuar, llevarnos por nuestros instintos, como animales salvajes… Así solo me haces daño, parece que me ames y no es así… me haces sentir mal…
- Lo siento, yo solo quería… –me decía preocupado.
- Hacerme sentir protegida –le interrumpí–. Lo sé, quieres hacerme sentir bien, amada, y me tratas con ese amor y esa delicadeza tan… tan falsos, porque no sientes nada…
- Sí que siento algo por ti… –dijo.
- ¿Sí? –le interrumpí de nuevo– Tal vez sientas una gran amistan, o cariño, o lástima, o no sé… pero lo que sí que no sientes es amor…

Ahora era yo la que quería hacer algo más serio, como si se parase el tiempo, como si tuviésemos una auténtica relación amorosa. Me acerqué con delicadeza, le besé y…