martes, 29 de junio de 2010

Cap. VI: “¿A la tercera va la vencida?”

Salía una chica en la pantalla. ¡Oh, no! Estaba detrás de ella, no lo podía evitar, no:
- ¡Detrás tuya! ¡Gírate! ¡No, no! ¡No te gires! ¡Corre! ¡Ahh! –le gritaba efusivamente a la pantalla del televisor y me abrazaba a Darío asustada, mientras, él se reía–: Dime que se ha ido… ¿Puedo mirar ya?
- Ja, ja, ja… –decía entre lágrimas de risas– ¿Puedes estarte tranquila? No te va a pasar nada, yo estoy aquí, contigo.
- ¿Y me protegerías para que no me pasara nada? –le pregunté poniendo carita triste.
- Con mi propia vida si fuese necesario.
- ¿Sabes por qué te quiero? –le pregunté con una cálida sonrisa.
- No –dijo acariciándome una mejilla.
- Por ese tipo de pequeñas estupideces que me dices, las cuales, me hacen sentir única…

Le di un besito, pero el besito se convirtió en un morreo; las caricias, en manos traviesas jugando debajo de la camiseta y del pantalón; y la televisión, pese a estar al máximo volumen que permitía, ni siquiera la escuchábamos, esa como si estuviera apagada…
Esta vez íbamos con más cuidado, más delicadeza, más lentitud: nada de prisa; poca pasión y mucho romanticismo… Era como si me estuviese cuidando, como si fuese de cristal y la posibilidad de poder romperme y hacerme añicos le hiciese ralentizarse y tratarme con esa especial delicadeza… Me gustaba que fuera así conmigo, incluso me hacía sentir querida, amada… Eso no lo había sentido las otras veces, era más un “aquí te pillo, aquí te mato”… Ahora no se sentía el ardiente y abrasador fuego: se sentía la calidez de una pequeña llama encendida entre los dos…
Todo continuó rondándome la cabeza mientras seguíamos aligerando ropa. Cuando ya estábamos desnudos, me ayudó a irme recostando en el sofá, poco a poco, despacio sin prisas, con mucho cuidado… Al darse cuenta de que yo no estaba disfrutando, paró y me dijo:
- ¿Qué te pasa? No pareces estar muy a gusto… ¿Quieres que paremos?
- No, no. Estoy bien, solo es que estaba pensativa… –me excusé, pero era verdad: estaba pensativa.
- ¿Segura?
- Sí, pero este ritmo… no me termina de satisfacer… Me gusta más cuando vamos rápido, sin pensar… sólo actuar, llevarnos por nuestros instintos, como animales salvajes… Así solo me haces daño, parece que me ames y no es así… me haces sentir mal…
- Lo siento, yo solo quería… –me decía preocupado.
- Hacerme sentir protegida –le interrumpí–. Lo sé, quieres hacerme sentir bien, amada, y me tratas con ese amor y esa delicadeza tan… tan falsos, porque no sientes nada…
- Sí que siento algo por ti… –dijo.
- ¿Sí? –le interrumpí de nuevo– Tal vez sientas una gran amistan, o cariño, o lástima, o no sé… pero lo que sí que no sientes es amor…
- Claro que siento hacía a ti un gran cariño, necesidad y obligación de protegerte y cuidarte, y la amistad fue creada expresamente para nosotros dos; pero no siento lástima. ¿Lástima por qué? Siento envidia, porque tuviste la valentía de pedirme que tuviésemos este tipo de relación; y admiro enormemente la fuerza con la que llevas todo esto. No es que no te ame porque no quiera, es lo que más desearía que pasase: que me enamorase de ti, y así tener algo más serio y formal: una preciosa relación… pero es que no puedo amarte: después de lo que pasó con Amy no he vuelto a amar a nadie, porque soy incapaz de confiar plenamente en una chica. No me pidas que confíe en ti, pues no puedo hacerlo, algo me lo impide, lo siento. Pero he de decirte que te quiero muchísimo.
Ahora era yo la que quería hacer algo más serio, como si se parase el tiempo, como si tuviésemos una auténtica relación amorosa. Me acerqué con delicadeza, le besé y…

Safe Creative #1006296698036

Cap. V: “¿Tienes protección?”

arío me llamó: quería verme. Me dijo que estuviese en su casa en una hora, y ahí estaba yo, a punto de tocar el timbre. Parecía que estuviera en la puerta, pues no había puesto ni la mano en el telefonillo, cuando abrió la puerta acompañado de un “pasa, pasa”. Fuimos a su cuarto (aunque eso ya me lo imaginaba), pero solo fue para coger su móvil y las llaves. Salimos fuera y comenzó a mostrar su cara de tristeza, cara la cual me preocupaba:
- Darío, ¿estás bien? –le pregunté mientras buscaba su mirada e intentaba que sus ojos encontrasen los míos.
- Mejor, gracias por preguntar, ¿y tú? ¬dijo clavando sus ojos, de un azul bellísimo, en los míos.
- Ehh… ¡Je, je! Bien, sobre todo después de haber visto tus preciosos ojos encontrar los míos –se rió cuando se lo dije, además añadí–: y tienes una sonrisa muy linda. Debería estar prohibida pues es muy contagiosa, peor que un virus… Mira, ¿ves? ¡Ya se me contagió!
- ¡Ja, ja! Gracias por hacerme reír, sabía que me iba a sentar bien verte. He estado fatal desde el otro día… Siento mucho lo sucedido con Amy, no era mi intención que ella apareciera, y mucho menos hacerte ir de mi casa así, sin más.
- Sabes que no pasa nada, te perdono, lo único es que nos pilló en mal momento y… aún no hemos terminado lo que empecemos: no me gusta dejar las cosas a medias –le dije con un tono insinuante.
- ¿Quieres terminarlo aquí y ahora? –dijo con sonrisa pícara.
- ¿Aquí? –dije mirando a ambos lados y verificando que me encontraba en un camino de tierra, en plena naturaleza, lleno de hierba y, por supuesto, también de bichos– Pero… es que… no sé… ¿seguro que quieres aquí?
- ¡Oh, sí! –dijo tan fresco.
- No sé…

Sin darme tiempo a continuar pensándomelo, me cogió por la cintura, me atrajo hacia él, pegando su cuerpo al mío, y me comenzó a besar. Entonces sentí algo raro y duro clavándose en mi zona abdominal… ¡Ups! Estaba cachondo, lo tenía erecto y ¡Dios! Me estaba poniendo a mil…
De un momento a otro me encontré encima de él, en el suelo, y en ese instante de lucidez, me abordó una idea que aportaba más seguridad a lo que estábamos haciendo y tuve que soltarla:
- Espera, espera –dije entre un beso y otro–, ¿tienes protección?
- ¡¿Eh?! –dijo él ralentizando el ritmo y frenando la lujuria.
- Que si tienes, por casualidad, algún condón –dije levantándome.
- Eh, claro. Alcánzame los pantalones: tengo uno en la cartera.

Se los di y comenzó a buscar por los bolsillos de los pantalones: móvil, llaves, chicles, mp4, auriculares, dinero suelto, etc.; pero de la cartera no había ni rastro…
- ¡Mierda! La dejé en mi casa… ¿Tú no tomas alguna de esas pastillas anticonceptivas, por un casual? –preguntó.
- Pues…no.
- ¡Joder! Pues, o seguimos y luego nos arrepentimos, o paramos en seco y nos quedamos con las ganas…
- ¡Nos quedamos con las ganas! La próxima vez será, ¿no? Dicen que a la tercera va la vencida…
- ¡Ja! Eso creen algunos…

Nos vestimos y fuimos de una vez a su casa. Vimos una película de terror y, como yo soy una miedica, me pasé media peli abrazada a él y gritando; él, en cambio, se la pasó muy bien viendo mi cara de miedo, es más, me atrevería a afirmar que no paró de reír en todo el rato…
A mediados de la película, una cosa llevó a la otra, y volvimos a la carga. ¿Será a la tercera la vencida?






Safe Creative #1006296697572

viernes, 25 de junio de 2010

Cap. IV: “¿Quién es esa?”

¿Quién es esta que viene buscando a Darío y pidiendo explicaciones? ¿Amy ha dicho? Creo que una vez, hace ya unos años, me había hablado de ella, pero no estoy muy segura, así que mejor preguntarle:

- Darío, ¿quién es ésta y por qué tienes que darle explicaciones? –pregunté al más puro y duro estilo “novia celosa”, pero al mismo tiempo tranquila, con un tono casi agradable, pero con mirada asesina: en buen momento fue a aparecer…
- Sally, ésta es Amy –dijo dirigiéndose a mí y luego se dirigió a ella intentando contestarle a ella también–: Amy…
- ¡No! De “Amy” nada. ¿Qué es esto? ¿A ella le respondes y a mí me dejas esperando? Hijo de… –dijo rompiendo a llorar– ¡Qué somos novios, joder!
- ¡¿Novios?! – solté yo sorprendida.
- Amy, éramos novios hace tres años ¿te acuerdas? –Amy asintió y Darío prosiguió– ¿y te acuerdas que te fuiste sin avisar?, ¿y de que me pusiste los cuernos con mi hermano Fabián?; y ahora vienes pidiéndome explicaciones por lo que acabas de ver… ¡Yo también puedo rehacer mi vida al lado de otra persona! ¿Sabes?
- Sí, me imagino… pero yo aún te quiero y sabes que estaba borracha cuando pasó lo de Fabián… –dijo intentando excusarse.
- ¿No me digas? Yo también te quiero… pero lejos de mí y de mi vida –dijo dirigiéndose a ella, luego se dirigió a mí–: A ver, cuando te tomas un cubata, solo uno, ¿no tienes plena consciencia de tus actos como para saber mínimamente con quién te estás enrollando y metiendo en una cama?
- Creo que sí, es más, me atrevería a decir que hasta con tres, bien cargaditos de alcohol, aún tienes la suficiente consciencia como para saber eso… –respondí yo.
-Darío, no le escuches, solo quiere interponerse entre nosotros dos, poner distancia…
- Tienes razón –le dijo–. Sally no le escuches, solo quiere interponerse entre nosotros –dijo provocándome una gran satisfacción–. Ahora lárgate de aquí Amy. No quiero volver a saber nada de ti.
La chica se marchó llorando, dejándonos a Darío y a mí solos en la habitación. Me levanté y cerré la puerta, ya que la chica la había dejado abierta; y luego me senté en la cama junto a Darío, que estaba sentado llorando en el borde de la cama:
- ¿Te encuentras bien? –le dije, una pregunta algo obvia y estúpida.
- No… Lo siento Sally, no era mi intención que pasase esto… Esa es mi ex: Amy. Se enrollo con mi hermano cuando aún era mi novia, luego convenció a sus padres para que adelantasen la mudanza y se desapareció de mi vida, en parte, porque llamaba todos los días para hablar con Fabián. Hace un mes, se mudó de nuevo para estar cerca y, en lugar de venir en busca de él, ha venido a buscarme a mí…
- ¿Aún le amas? – le pregunté con preocupación.
- No, pero me duele su presencia y recordar lo que me hizo… Ahora sólo es un cero a mi izquierda. Quiero que te vayas, no quiero que me veas así…
Me levanté, le di un abrazo, le besé la frente, cogí mi ropa y mi bolso, y salí de su cuarto. Obviamente necesitaba estar solo…

Safe Creative #1006296697077

jueves, 24 de junio de 2010

Cap. III: “Quiero ser algo más”

Después de un par de días, Darío decidió citarme para darme a conocer su respuesta.
Estaba nerviosa: no sabía qué iría a decirme, ni qué tono sería el más apropiado en esa situación, ni qué debía hacer, ni cómo actuar, ni…
Habíamos quedado en “vete a saber dónde”, y menos mal que se dio cuenta y llamó para decirme dónde. Era para quedar en su casa y sí, sonó mal, por no decir fatal, pero tampoco me pareció una mala idea… Cogí un bolso con las llaves, el móvil y la cartera, me puse ropa cómoda y me fui a verle.
Cuando llegué, sus padres estaban en la casa y no creo que esperasen visita… Darío vino a recibirme y me dijo entre dientes y en voz baja: “llegas pronto”, a lo que respondí: “te equivocas, llego puntual”.
Me invitó a acompañarle a su cuarto a, supuestamente, buscar su cartera, pero cuando entremos, cerró la puerta y empezó a quitarse la ropa, dejándome un tanto atónita, pero luego decidí preguntarle:

- Darío… ¿me estás poniendo a prueba, mandando una indirecta muy directa, o me vas a decir que esto lo haces inocentemente?
- Inocentemente… –dijo entre risillas.
- Pues tu actitud da mucho que pensar, sobretodo porque se te da fatal mentir…
- Vale, está bien. Te estoy mandando una indirecta muy directa, pero ¿no se supone que somos “amigos especiales”?
- Se supone que eso tenías que confirmarlo o negarlo tú, no yo hacer suposiciones según tu actitud…
- Bueno, pues entonces, siempre y cuando tú sigas queriendo, acepto tu proposición: quiero ser algo más que un simple amigo, quiero ser tu amigo especial.
- Claro que sigo queriendo… –dije muy feliz.
- Pero espera –dijo interrumpiéndome–, ambos sabemos que tú sientes algo más profundo por mí, y no quiero hacerte daño ni darte falsas ilusiones. Somos amigos y yo te quiero como tal, aunque ahora seamos algo más que eso… No quiero que hayan confusiones ni malos entendidos, ¿de acuerdo?
- Vale, de acuerdo. Yo ya sabía a lo que me exponía y lo que me esperaba cuando te lo propuse: tengo muy claro el concepto de amigos especiales.
- ¿Qué te parece si ponemos en práctica el concepto de amigos especiales?
- ¿Ahora? –pregunté perpleja.
- Ahora –dijo sin dudar.
Se acercó a mí y comenzó a besarme mientras sus manos se colaban por debajo de mi suéter. Después de habérmelo quitado, nos dispusimos a deshacernos de vaqueros y zapatos y, cuando nos recostábamos en la cama, abrieron la puerta:

- ¡Ah! ¡¿Darío, qué significa esto?! –dijo una chica que entró dando voces como una loca.
- ¡Amy! Te lo puedo explicar…

Safe Creative #1006296697169

jueves, 17 de junio de 2010

Cap. II: “Tengo una proposición que hacerte…”

Ella cayó. ¿Quién tiene miedo? Por favor, que lo reconozca de una vez, es lo que ambas queremos: estar con él…
A ver encendamos el portátil. Date prisa y conéctate. ¿A qué esperas? Busquemos entre los conectados. ¿No está? Pues visitemos su perfil para averiguar si se ha conectado. Pues resulta que no ha estado…
¡El móvil! ¿Dónde está el móvil? Coño, no lo encuentro. A ver el… ¡ah! Je, je. Está en mi bolsillo (tonta). Mira la agenda y busca su número; mientras tanto, llénate otra copa, pero no dejes que el sueño te venza. ¡Ahí está! Ahora llámalo y espera, además, vete preparando tu mejor tono dulce y amable: que no note con qué intenciones lo llamas… Segunda llamada, tampoco lo coge. ¡Cabrón! ¡Un mensaje! Eso es, y también un correo. Miro de nuevo en el chat y ¡oh, pero qué suerte se acaba de conectar! Es nuestra oportunidad:

Sally: ¡Hola! ¿Qué tal estás?
Darío: Bien.
Sally: ¡Me alegro! Yo también estoy bien. ¿Quieres ir a dar una vuelta?
Darío: ¿Una vuelta conmigo? ¿A dónde?
Sally: Da igual, a donde tú quieras. Venga vente conmigo…
Darío: ¿Y por qué ese empeño?
Sally: ¿Qué por qué ese empeño? Pues porque tengo una proposición indecente que hacerte…
Darío: ¡Házmela por aquí!
Sally: No, por aquí no. Mejor en persona.
Darío: Está bien, pues en la puerta del parque de siempre, a las cinco. ¿Te parece bien?
Sally: No, me parece genial. Nos vemos ahí entonces. ¡Hasta las cinco!
Darío: ¡Nos vemos!

Me senté en la cama justo en frente de mi ropero (que estaba abierto de par en par), observando la ropa. No sé que llevar. Tiene que salir de lo cotidiano, pero no ser muy atrevido… El color también es un factor importante y, dado que es verano, apuesto por colores claros. Cojo una blusa mona, blanca, amarrada al cuello y bombacha; y unos jeans ajustados. Ahora los zapatos y los complementos, no tardo en escogerlos: cogí lo primero que vi.
Ya estoy vestida. Salgo corriendo a la parada. ¡Me acabo de acordar de que él también irá en el mismo salcai! ¡Qué tontos! Subo y pago, mientras localizo su posición. Está donde siempre: en la parte de atrás. Aún estoy un poco bajo efectos del alcohol y casi me caigo intentando llegar a su lado, al menos quedé por torpe y no por borracha… Lo saludo y me pregunta sobre mi proposición indecente, y le digo que mejor se la digo cuando regresemos, un rato antes de llegar a mi parada.
Me río constantemente. Es una risa floja, patética, estúpida… Creo que se ha dado cuenta de que, o bien me tomé algún estupefaciente, o bien estoy algo bebida; pues la última vez que me miró, puso una distancia significativa y me miró con una cara un pelín rara, esa que se pone cuando comienzas a sacar conclusiones precipitadas…
Paseamos, hablamos, nos reímos, sacamos miles de temas de conversación, que por cierto ¿dónde habrán estado metidos otras veces? Salieron todos de golpe, uno tras otro… es algo inexplicable, la verdad.
Cuando se estaba haciendo tarde, fuimos a la parada para no perder la última guagua que pasa. Subimos, nos pusimos en el mismo sitio de antes y continuamos hablando extensamente. Ya faltaba poco para llegar a mi parada: era el momento. Como decidió (con lógica, pues yo me bajaba primero) ponerse en el lado de la ventana, no tenía escapatoria… Me acerqué de forma insinuante hacia él, mientras él me miraba de reojo muerto de risa y luego acerqué mis labios a su oreja hasta rozarla. Noté como un escalofrío recorría su cuerpo cuando, después de haberme parado a oler su pelo, exhalé despacio en su oreja. En ese momento, le dije con voz ronroneante:

- Es hora de que sepas cual es la “famosa” proposición indecente que tengo que hacerte, bueno la pregunta que te voy a hacer es que si te gustaría que fuésemos amigos especiales.
- ¿El qué? –preguntó un pelín asustado, mientras se alejaba despacio hasta el cristal.
- Amigos especiales –le dije sonriendo pícaramente y, a la vista de su cara de perdido, le aclaré–: ya sabes Darío, amigos de los que tienen relaciones íntimas…
- Eh… Sally, creo que…
- Shhh –le dije mientras yo me ponía, cada vez más, sobre él; y él se escurría por debajo–. Piénsatelo, aún es un poco precipitado para que me respondas.
Toqué el timbre a escasos metros de la parada. El conductor dio un frenazo brusco, redujo marchas y se detuvo a la derecha. Me puse de pie, avancé hasta la puerta y cuando me disponía a bajar los escalones, le recalqué:
- Piénsatelo bien. No te harán este tipo de proposiciones todos los días…

Safe Creative #1006296697183

miércoles, 16 de junio de 2010

Cap. I: "¿Ser algo más que amigos?"

¡Vaya mierda! Acabo de darme cuenta de que me convertiría en una mierda por él. Sería capaz de convertirme en su objeto sexual, sería capaz de ser su "amiga especial", sí, sería capaz de ser esa amiga a la que se folla sólo por tener algo con él...
Es triste, muy triste, ni siquiera se lo he planteado y me siento tan sucia y vacía por dentro como si hubiese pasado algo de eso…
Estoy sentada en el escritorio con el pie cruzado y estoy… ¡joder! Estoy bebiendo… Sí, bebiendo. Estoy removiendo el vaso, haciendo girar en círculos el cubito de hielo y, mientras tanto, miro a través del vaso. ¡Qué estupidez! ¿Pero qué coño he hecho con mi vida? Esta no soy yo, qué hice conmigo…
La bebida está riquísima. Es un Mozart: una bebida alcohólica de chocolate con canela, servida con hielo en una copa como en las que también se bebe un Baileys. Ummm… canela y alcohol, afrodisíaco más subidón… ¡Oh, dios mío! Si estuviera en este momento aquí… ¡me hubiese abalanzado sobre él! Algo dentro de mi acaba de decir: “grrr, ¡gatita mala!”. ¡Puñeteros instintos animales de mi otro ser! Están aflorando y dejándome fuera de combate. Cada vez soy más ella y menos yo, y siento como la herida que me hizo se pudre y la de ella cicatriza… ¡Mierda, ya está aquí! Cambiaré de un momento a otro… Mientras se efectúa la batalla, correteo de un lado a otro de mi habitación.
Tengo miedo… Miedo a que cometa una locura y acabemos ambas mal, miedo a que se le ocurra contactar con él y se lo proponga, miedo a que él acepte, miedo a convertirme en su juguete… No quiero ser su juguetito sexual… Mentira… Sí que quiero, pero lucho en contra de mis deseos , digo “no” a mis impulsos; pero, aún así, sé que no me escucho, me hago la sorda… simplemente no quiero oír lo que sé que no me convendría hacer. Aunque no quiero ser su puta. ¿Qué es eso? ¿Un polvo y ahora seguimos tan amigos? No, no quiero, yo quiero algo más que eso…
Bebo un trago, mejor dicho, bebo todo el contenido del vaso de un solo trago, porque… ¡mierda! Quiero, sí que quiero. Daría lo que fuera por un par de minutos de placer junto a él, con él: que me hiciese subir hasta el cielo, tocar las estrellas, mirar con desprecio las nubes y luego descender con delicadeza hasta mi cama y verle ahí: justo encima de mí… terminando… Pero luego te das cuenta de que en el cuarto se siente el frío, que sus besos no trasmiten sentimientos de amor, no oyes ni siquiera un mísero “te quiero”, sientes que no te ama, que tan solo se desahoga contigo…
Observas que sale de tu cama para vestirse y, mientras se sube el pantalón, te dice: “¿sabes por qué lo nuestro funciona y por qué te quiero?”, a lo que tú respondes con un hálito de esperanza y viendo como se pone la camisa: “no, ¿por qué?” y te diga con una linda sonrisa: “porque eres mi amiga, sólo mi amiga. Me voy, ya nos veremos.”; y te deja sola, triste, vacía, llorando desnuda al borde de tu cama, sintiéndote sucia, ultrajada, usada, despreciada… Te levantas, te vistes y vas a la cocina. Necesitas olvidar… ¿dónde coño estará el coñac? Lo gastaste en su última visita: también terminaste sintiéndote mal…
Te gustó, lo disfrutaste como nunca, te encanta sentirlo dentro de ti… Te gustaron sus insípidos besos, la forma en que apretaba entre sus manos tus senos, sentir su aliento entrecortado en tu cuello… Ahora te toca a ti encima. Te toma por la cintura y te ayuda a subir y a bajar… En esta última se puso a mil: sientes como se retuerce de placer, vez la lujuria en su cara, sabes que se está corriendo… pero no es por ti: lleva rato con los ojos cerrados, está pensando en otra… Por eso estás bebiendo ahora, por eso bebiste la otra vez. No puedes soportar que no te ame, que te vea como poco más que una amiga, que aunque disfrute contigo, no lo hace porque seas tú quien le está llenando al cien por cien, sino aquélla otra que ni siquiera se fija en él… Piensas en plantearle tener una relación más seria, pero te imaginas que no lo aceptaría y le tendrías que decir adiós a los minutos de gloria junto a él y a su amistad…
Ahora soy yo la que bebe mientras pienso en que podría pasar todo eso. Bebo porque, pese a que por un lado quiero llegar a ser su amiga especial y, de esta forma, ser algo más para él; por el otro no quiero llegar a tener ese tipo de relación, pues eso no sería bueno para mí: estaría todo el rato sufriendo. Sería verle entre nuestro grupo de amigos y tratarnos como sólo amigos delante de ellos y luego, a sus espaldas, tener una especie de relación; y eso sería muy duro, les estaríamos mintiendo, y en el caso de que lo supieran, sería horrible, porque sabrían que estamos jugando con fuego, y que él juega conmigo…
Tengo miedo. Correteo por la habitación. Ambas luchan. Una cayó al suelo. ¿Cuál es la que ganó? ¿Caeré en la perdición?

Continuará…
Safe Creative #1006296697190