miércoles, 22 de septiembre de 2010

Apertura oficial de los tan esperados blogs

Bueno prometí avisar por todos los medios que me fuesen posibles, y este uno. Esta entrada es para avisarles de la inauguración oficial del blog de "Viviendo el presente", el tan esperado blog de la continuación de este blog. También aprovecho para invitarles a pasarse por mi otro blog "Sedienta de ti...". Espero que les guste...

Espero no defraudar con el cambio de última hora...

domingo, 1 de agosto de 2010

Cap. XV (b): “¿Algo nuevo en mí?”

Ya ha pasado un mes desde lo ocurrido. Todo parece ir mejor ahora, aunque sería mejor sin Kill en la cárcel y Darío, simplemente, lejos de nosotras, no muerto…
Amy me ha invitado a ir a un apartamento y, luego, a la playa a festejar la llegada de nuestras tan ansiadas vacaciones de verano. Supuestamente, debería haberme venido la menstruación hace una semana, pero no ha sido así: me estoy empezando a preocupar… Aquella horrible vez, Darío no usó protección; por lo que debería haberme preocupado antes…
Fuimos, nos bañemos, juguemos, nos divertimos, comimos y… me entraron unas horribles náuseas: vomité todo el arroz… Amy se despidió de sus amigos y me despidió a mí también: se estaba imaginando algo que no le terminaba de gustar.
Estuve mareada todo el trayecto y, cuando por fin lleguemos al apartamento, Amy me obligó a sentarme en el sofá y comenzó a decirme con suavidad:
- Sally, tengo que hacerte una pregunta que tal vez no te agrade y que puede hacerte daño psicológico, pero es necesario saberlo… ¿Darío y tú usaban preservativo?
- Sí, siempre… excepto la vez que me violó…
- ¿Sabes que teniendo en cuenta cómo estás, podrías estar embarazada?
- Sí… es posible… Sobre todo si tenemos en cuenta que aún no me ha venido la menstruación…
- ¡¿Qué?! ¿Por qué no me lo habías dicho? –me encogí de hombros–. Voy ahora mismo a la farmacia a comprar un test de embarazo.
- No creo que…
- Shh –me interrumpió–. Más vale que lo averigüemos ya y que confirmemos o neguemos las dichosas sospechas.

Se fue a la farmacia y yo me quedé pensando en qué sería de mí si estuviese embarazada. Madre soltera con solo diecisiete años, bueno para ese entonces con dieciocho, de un niño o niña fruto de una violación por parte del hombre que, aún después de muerte, amaba. ¿Qué haría? Tendría que dejar los estudios y ponerme a trabajar para sacar ese bebé a delante a ese bebé; eso, o bien, abortar. ¿Sería capaz de matar a una vida inocente por un error del destino? En mala hora me dejé levar por aquel estúpido pensamiento de arrebato que me hizo buscar a Darío y hacerle esa errónea proposición… ¡Por Dios! Qué fue de mí…
Después de diez minutos, llegó Amy con el test:
- A ver, toma. Sigue las instrucciones y hazlo. No dudes, no pienses y no te vayas a cerrar con llave en el baño, ¿vale?
- Sí.

Entré en el baño, hice lo que decían las instrucciones, esperé el tiempo que decía miré el test y había salido…

¿Estará Sally embarazada? Si lo está, ¿tendrá el bebé o abortará? ¿Qué le diría o recomendaría Amy al respecto?
¿Qué pasará con Kill? ¿Lo sacarán sus padres de la cárcel, le concederán la condicional o continuará en la cárcel? Si sale, ¿tendrán él y Sally una relación amorosa después de lo ocurrido?
¿Y Amy? ¿Rehará su vida junto a otra persona? ¿Continuará siendo amiga de Sally? ¿Conoceremos más a fondo su forma de ser o desaparecerá de la vida de nuestra protagonista?
Si quieres saber qué pasará con nuestros queridos personajes, no te pierdas la segunda parte de “Qué fue de mí…”: “Viviendo el presente”

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Cap. XV (a): “Por fin feliz y en paz”

Llegué a mi casa. Mis padres habían ido a trabajar, así que no había nadie. Les llamé y les dije que no se preocuparan: todo iba bien, dentro de lo que cabía… Luego fui a mi cuarto, tomé papel y bolígrafo y escribí esto, mi historia, que ahora muchos están leyendo, tú mismo/a eres uno/a de ellos. Le dejé esto a una amiga para que la difundiera, espero que así haya sido. También dejé tres cartas de despedida: una para Kill, otra para Amy, y otra para todas las personas que conozco y a los que no también. La de Amy decía:


“Querida Amy:
Cuando recibas esta carta, yo ya no estaré aquí. Siento que no hayamos empezado con buen pie, posiblemente, si Darío estuviese vivo, estaría haciendo un gran esfuerzo para que fuésemos amigas, pero desgraciadamente, no es así… Aún amo a Darío, pese a todo lo ocurrido, y no puedo vivir sabiendo que él está muerto… Por eso, tomé la estúpida (pues sé que lo es) idea de ahorcarme. Te lo pido como si fuera un favor: no hagas lo mismo que yo, no te mates, el mundo no se acaba por un hombre, ¡¿qué digo hombre?! Por un estúpido, engreído y maltratador. Hay muchos chicos, mejores, que te harán feliz y nunca te pondrán la mano encima, lo sé: tengo la certeza, pero yo me siento incapaz para superar lo de Darío.
Tú hermano me ama, me lo ha dicho y me imagino que será un duro golpe mi pérdida para él. Ayúdale a salir adelante y no dejes que se derrumbe por mi muerte. Es un chico fuerte y tú también: saldréis adelante.
No me gustan las despedidas y he decidido morir sola y en silencio. Aún así, te digo adiós, pero ten presente que una parte de mí se quedará contigo a cuidarte… Te he dejado algo especial bajo el colchón de mi cama del piso, también está un collar que me gustaría que le dieras a Kill…
Gracias por todo Amy. Sé fuerte, sal a delante por las dos y ayuda a Kill en su camino, le costará mucho al salir de la cárcel.

Atte: Sally”

La de Kill decía:

“Kill:
Esta carta es para ti, Kill. ¡Mi Kill! Cuánto te he querido… Fuiste ese amigo que siempre estuvo ahí cuando lo necesité: paño de lágrimas, pilar de apoyo, compañero de copas, alegría en mi camino, etc. Fuiste eso y más, y lo seguirás siendo.
Sé que siempre tendrás guardado un lugar para mí en tu corazón, y ahí estaré cuando más lo necesites. Estaré siempre a tu lado, para lo bueno y para lo malo, pero no estaré presente físicamente… ¿Te acuerdas de que te dije que desaparecería? Ya lo he hecho, por eso tienes esta carta en este momento entre tus manos… He decidido irme muy lejos de aquí, a un lugar del que nunca se vuelve… Necesito que seas fuerte, muy fuerte, que salgas adelante y ayudes a Amy a salir también: te necesita, lo sé.
Por lo que has leído y te he adelantado, te habrás dado cuenta de que esta es una carta de despedida… No volveré. No porque no quiera, sino porque no podré regresar… Mientras lees esto, mi cuerpo yace sin vida… Ahorcada, morí ahorcada, con la soga al cuello… Me maté, no puedo ni imaginar mi vida sin Darío…
Lo siento, cuánto lo siento. No merezco perdón, lo sé, por eso tampoco lo pido, aunque sé, que lo pida o no, tú me terminarás perdonando… Sé que no debí hacerlo, una vez más: lo siento. Tú, en cambio, recibes mi perdón: solo hiciste lo que creíste correcto, al igual que yo ahora.
También te quería mucho, posiblemente me hubiese enamorado de ti en cuestión de semanas si Darío no me hubiese violado aquella horrible mañana… Algo en mí cambió y ya no soy la misma… Mi vida es una auténtica mierda, todos los días lo mismo: me levanto con un fuerte sentimiento de autodestrucción… Una vocecilla en mi interior me dice que no tengo por qué seguir sufriendo, que no lo merezco, que además no le importo a casi nadie, que mi vida sin Darío no sería posible, que tirarme de un puente sería lo más acertado… Le hice caso, pero al final decidí que era mejor ahorcarme: es más eficaz. Tirarme de un puente a la carretera tiene muchas posibilidades, pero siempre está la posibilidad de sobrevivir y quedar tetrapléjica o parapléjica y no poder luego acabar con mi vida, ir años a un psiquiátrico y que me traten como a una loca, cuando lo que yo soy es una chica a la que le arruinaron la vida y, simplemente, no quiere continuar viviendo y no quería ser una carga para nadie…
Quiero que sepas que ahora estoy mejor: no sufro, no lloro, no bebo… Encontrarás a alguien Kill, lo sé; mientras tanto confórmate con saber que mi alma siempre seguirá a tu lado y con un regalo que te quiero dejar: mi mitad del corazón, simboliza lo mucho que te quise, quiero y querré, y además reafirma mis lo que somos: amigos para siempre, para toda la vida, en la cercanía y en la lejanía, ahora y siempre…
Adiós Kill, te quiero mucho, muchísimo. Eres una de las mejores cosas que me han pasado.

Siempre contigo,
Sally”
La última carta decía:

“Queridos papá y mamá, familia en general, amigos y amigas, conocidas y conocidas en general, compañeros y compañeras de clase, Kill y Amy, gente de todo el mundo:
A estas alturas ya me habrán encontrado muerta. Abandono este mundo cruel y de sufrimientos que no se ha comportado bien conmigo, tal vez al revés: yo con él, mas no sé…
Como ya saben fui violada, ultrajada, maltratada, despreciada, desvalorizada, etc.; por un hombre: Darío Hdez., de diecinueve años. Los informativos lo pusieron en un trono: solo el primer día se dijo que había sido denunciado anteriormente por maltratar y violar a dos chicas cuyos nombres no se dieron porque somos menores de edad, pero merecen saber quiénes somos. Una soy yo, Sally Martínez Diepa; la otra chica es la hermana de Killiam, el que mató a Darío por las provocaciones a las que estuvo sometido por este (cosa que tampoco se quiso decir en los informativos): Amapola Torres de la Rosa, más conocida como Amy. Darío fue novio de ambas y nos trató muy mal, y de no estar muerto, seguramente seguiría haciéndolo. Lo único que hizo Kill fue hacer que pagara por lo que hizo, pues los adinerados padres de Darío pagaron para que le dejaran la libertad condicional aunque fuera con cargos. Limpiaron tanto su nombre como sus apellidos sobornando a muchos personas, puede que incluso también a los medios de comunicación, no me extrañaría… No son malas personas, al contrario, pero como buenos padres preocupados por su hijito menor actuaron para ayudarle, y eso es algo que comprendo, pero considero que todos merecen saber la verdad, y sé que Amy os la terminará de dar dando a conocer su parte vivida de los hechos.
No tengo nada de valor que dejar, así que tampoco tengo testamento: solo tengo cosas materiales que no llenarán el hueco que dejo para algunos. También tengo sufrimiento, dolor y falta enorme de valor, además de un cuerpo inánime y un alma vagabunda…
En un momento de cordura entre miles de insania, les remito esta carta para que sepan por qué lo hice, qué siento y sentía, qué me pasó, qué fue de mí… Esta carta inane debe ser leída con atención. Tal vez sea ineluctable la producción de quejas, quejas de desaprobación y palabras y frases que niegan lo que escribo, mas ¿qué pierde un muerto diciendo esto?
Solo quiero decirles una gran verdad y es que fui víctima de una gran iniquidad y es que me violaron y me hicieron mucho daño físico y psicológico. Lo hizo alguien por el cual aún siento algo incontrovertible, un sentimiento que después de lo que me hizo es ininteligible por muchos: amor. Sí, amo a Darío y no soporto vivir sin él, saber que no está aquí, que está muerto. Es un amor inconmensurable: le hubiese perdonado miles de veces lo que me hizo y le seguiré queriendo…
Amo a mi violador y agresor, y abandono este mundo con la esperanza de encontrarlo en algún otro. Tal vez, haya vida después de esta y pueda reunirme con él; quizás, podamos reencarnarnos y le encuentre en esa otra vida; puede que después no haya absolutamente nada; no sé, prefiero no saberlo mientras escribo estas líneas.
No quiero que hayan lágrimas por mi pérdida, quiero que haya alegría: ahora estoy mejor. Os quiero a todos y os agradezco lo que habéis hecho por mí. No me olviden, ni me recuerden tampoco por mis errores, sino por todo lo contrario.
Atte:
Sally Martínez Diepa”

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Cap. XIV: “Cumplo lo que prometo…”

Estaba almorzando con mis padres frente al televisor. Veíamos las noticias tranquilamente, cuando la chica de los informativos dijo:
- ¡Noticia de última hora! Me informan de que ha habido un asesinato en la capital Gran Canaria. Han matado a un joven universitario que había sido denunciado recientemente por maltratar y violar a dos chicas. El chico de tan solo diecinueve años, se llamaba Darío Hernández de la Rosa y murió desangrado por un corte en el cuello. El principal sospechoso se cree que es su compañero de piso y también supuestamente amigo, Killiam Torres del Pino, al cual están trasladando ahora mismo a comisaría para que declare. Tenemos a una compañera en el lugar de los hechos: María, ¿tenemos alguna novedad?
- Estíbaliz, estamos frente al piso donde se cometió el crimen, y nos acaban de informar que fueron a buscar a otros dos sospechosos…

Sonó el timbre de mi casa. Mi padre fue a abrir la puerta:
- Buenos días… señores agentes. ¿Desean algo? –preguntó mi padre asustado e intentando guardar la compostura.
- Sí, ¿es esta la casa de Sally Martínez Diepa?
- Sí, es mi hija…
- Tiene que venir con nosotros a declarar a comisaría como sospechosa que es… – salí a la puerta al oír eso–. ¿Es usted Sally?
- Sí… –dije con voz temblorosa.
- Venga con nosotros a comisaría. Es usted una de las principales sospechosas del asesinato de Darío Hernández de la Rosa –sonó el teléfono–. ¿Sí? ¡Ah! Okey… Ya no hace falta que nos acompañe: uno de los sospechosos se acaba de declarar culpable.
- ¿Puedo saber quién?
- Su compañero de piso.
- ¡¿Qué?! ¿Puedo acompañarle? Necesito hablar con él, saber por qué lo hizo…
- No creo que le dejen pasar a hablar con él, pero puedes acompañarnos e intentarlo: por nosotros no hay problema por llevarle hasta allí…
- ¡Gracias! Espere un momento…

Corrí, cogí el móvil y me fui con ellos. Llegué y, después de muchas súplicas, me dejaron pasar a verle:
- Kill…
- ¡Sally! ¿Qué haces aquí?
- Necesito explicaciones…
- Primero, decirte lo que siento. Necesito que me perdones… Sé que no debí hacerlo, pero me llevé por el odio y un estúpido impulso de venganza… Tocó a dos de las cuatro personas más importantes para mí y les hizo daño. Le concedieron la libertad con cargos y una orden de alejamiento, nada más. Sus padres sobornaron a quienes tenían que sobornar… No dejaré que los míos hagan lo mismo, lo que hice estuvo mal y debo pagar por mis actos… Al fin y al cabo, solo hice lo que te dije, yo cumplo lo que prometo: pagó por lo que hizo, eso no volverá a ocurrir… Juré que lo mataba y lo hice… Me da igual estar pagando por lo que hice, lo que importa es que cumplí mi palabra y ya no volverá a hacerte daño… y Amy tampoco…
- Era tu mejor amigo… ¿Cómo pudiste hacerlo?
- Tú lo has dicho: era. ¿Cómo pude? Muy fácil: le di un golpe en la cabeza con un jarrón que lo dejó inconsciente. Cuando despertó, estaba atado a una silla, yo en frente de él. Le sermoneé e intenté hacerle entrar en razón, luego le pregunté por qué lo hizo… ¿Sabes por qué? –negué con la cabeza–. Dijo que dos putas como ustedes merecían eso y más. Fui a buscar un cuchillo y lo mirándole a los ojos, entonces me dijo “¿qué Kill? ¿Me vas a matar, eh? ¿Lo vas a hacer? Eres un gallina, un acojonado de mierda, un maricón…”. Continuó insultándome y buscándome las cosquillas, hasta que me levanté y le solté un cuchillazo en la cara mientras le decía que si hacía falta, sí. Prosiguió con la misma cantaleta, y en un momento en el que me dejé influir por sus comentarios, me levanté, busqué un cúter en los cajones del escritorio y le escribí, en una muñeca, tu nombre y, en la otra, el de Amy. Él continuó y yo le hice un corte en el cuello al girarme y estirar bruscamente los brazos gritándole que se callara de una puñetera vez. Intenté parar la hemorragia y, en lo que el perdía la consciencia, llamé a una ambulancia y a la policía. Le solté las cuerdas con las que le había amarrado, le acosté en el suelo, y seguí presionando la herida pero no dejaba de sangrar, creo que le corté la yugular… Fui a comisaría a declarar y había quedado limpio de culpa, pero cuando me dijeron que las culpables debían ser Amy y tú, pues tenía grabada en sus muñecas los nombres de ustedes; cambié mi versión de los hechos y conté la verdad: no iban a pagar ustedes por algo que hice yo… Me arrestaron al admitir que yo fui el autor de los hechos. Luego llegaste tú… Lo siento Sally, perdóname… por favor…
Salí de allí sin decir nada. Llorando. En la entrada me estaban esperando… Era Amy, quería que empezáramos de nuevo…

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sábado, 31 de julio de 2010

Cap. XIII: “La despedida”

Me fui a mi cuarto e hice las maletas. Darío se marchó del piso según me metí en la habitación. Recogí todo lo que era mío, nada que fuese de los dos, excepto unas cosillas que dejé bajo el colchón; y luego me fui a la tienda de la esquina. Allí compré un llavero con una tabla de surf. Subí de nuevo al piso y miré el reloj: las doce y media. Tenía que estar en una hora en la cafetería de siempre para almorzar con Kill y despedirme: me desaparecería durante unas semanas, quizás meses, aún no lo sabía… Había mucho que explicarle, y necesitaba saber qué decirle y cómo. Necesito un café…
Llegué a la cafetería a la una porque, al ir a pie cargando con tres maletas hasta allí, se tardaba bastante… Pedí un café que tardó diez minutos en llegar a mi mesa. Estaba frío, además de amargo: casi no me lo bebo, pero necesitaba aunar fuerzas para afrontar con el debido valor lo que tenía que decirle.

Llegó a las y media: ¡siempre tan puntual! Puso cara de preocupación al ver las maletas y se apuró a sentarse a mi lado:
- ¿Qué pasó? ¿Te vas? ¡No lo hagas! ¿No tendrá esto que ver con cómo estaba esta mañana tu ojo, verdad? – asentí–. Claro, por eso llevas gafas oscuras en este momento… ¡Lo mato, te juro que lo mato!
- Si fuera solo por lo del ojo… –le dije comenzando a llorar–. Me ha pegado, maltratado, despreciado, ultrajado, violado… y… no solo a mí: también a Amy. Luego se intentó disculpar…. Pero esto se acabó: me voy del piso y no me volverás a ver en un tiempo… Supongo que le denunciaré, Amy que lo haga también.
- ¡¿Qué?! ¿Desde cuándo ocurre esto?
- Desde mediados de febrero...
- Y estamos en mayo… ¡Lo mato! Esta “hazaña” no la va a contar. ¿Cómo se atreve? A mi hermana y a ti… Esto no se volverá a repetir… Te lo prometo.
- Vale, pero ¿podemos cambiar de tema, por favor? –dije limpiando mi cara con una toallita–. Vine para pasar un buen rato contigo, como todos los días. Sé que después tocaría ir a la playa a hacer surf, pero mejor lo dejamos para otra ocasión. Quizás por agosto estaría bien, te prometo que seguiré en contacto contigo.
- Por favor, no lo hagas, no te alejes –dijo tomándome de las manos y con voz temblorosa–. Sé que no es ni el lugar apropiado ni el momento adecuado… y además me imagino que después de esto que te ha pasado no serías capaz de mantener una relación… También dudo que aunque no fuera así me fueses a dar un sí. Aún así, te lo diré y te pediré que lo pienses con detenimiento. Sally, yo… te amo y… me gustaría tener una relación contigo o, por lo menos, que me dieses una oportunidad para poder intentarlo…
- Yo… esto… umm… Kill… Lo siento… Tú mismo lo has dicho: ahora no puedo mantener una relación con nadie, ni siquiera darte un sí… pero tampoco un no… Quizás más adelante, no sé… Necesito tiempo, mucho tiempo.
- Te prometo que va a pagar por lo que hizo…
- Lo sé: la policía se hará cargo de él…
- La policía… ¡Je! Sally, es un chico de dinero, a parte de un niño mimado… Si entra en la cárcel, sus padres le sacarán y limpiarán su nombre y sus apellidos… Ése no es el mejor método…
- Pero es el método legal: el más seguro y fiable.
- Fiable, no; seguro, depende; y legal… legal sí que es. Tranquila todo se solucionará…
- Ya… Cambiando de tema, te he traído algo para que me tengas siempre presente aunque no esté –le di el regalito que había sacado del bolso.
- ¿Para mí? –asentí y él lo cogió y empezó a quitar el envoltorio–. ¡Gracias!
- Espero que te guste…
- ¿Viniendo de ti? Seguro –dijo con una sonrisa. Sacó el llavero y su mirada de ilusión, mezclada con preocupación, se tornó de inmensa alegría–. ¡Oh, vaya! Siempre quise uno…

Se levantó de la silla, se acercó a mí y me abrazó. Me miró a los ojos y sonrió. Me besó en la frente y, luego, me dijo:
- Quiero que me prometas algo.
- ¿El qué?
- Que si cometo alguna locura, me perdonarás.
- No te prometo nada, pero lo intentaría…

Me despedí, cogí las maletas y comencé a caminar rumbo a la parada de guagua más cercana. De repente, echó a correr detrás de mí y me gritó que esperase. Al llegar a mi lado, me tomó con delicadeza la cara y me besó, luego sonrió, me dijo adiós y se quedó allí parado viendo como yo, sin decir absolutamente nada, me giraba y continuaba mi camino.

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miércoles, 28 de julio de 2010

Cap. XII: “Lo siento… te concedo tu libertad de nuevo”

Estoy en la cocina desayunando con Kill, nos lo pasamos genial: como siempre. Hoy jugamos cuales niños de cinco años a hacer palabras con las letras de nuestros cereales. Escribimos frases cortas como “hola”, “besitos”, “ñam-ñam”, etc. Ahora le toca a él escribir algo. Puso: “te quiero” y me hizo señas para que esperase; continuó escribiendo “mucho”, me dijo que siguiera esperando “error: te… amo”. Le sonreí, entonces apareció Darío y nos cambió la cara: nos pusimos serios y dejemos de jugar. La tensión en el ambiente era insoportable, cuando Darío nos dirigió la palabra mientras se servía la leche:

- ¿Qué tal? Les noto tensos… ¿pasaron buena noche? –preguntó mientras Kill se terminaba la leche a todo correr.
- Estupendamente –le respondió dando el último sorbo a su vaso de leche–. El último que ponga el lavavajillas. Me visto y me voy: quedé de estudiar en la biblioteca con Adán. Te veo allí Darío. Nos vemos para almorzar, ¿no Sally?
- Claro, como siempre y donde siempre –le dije con una sonrisa. Me sonrió y se fue.
- Bueno, nos dejan solitos –me dijo Darío acariciándome la cara. Yo me aparté inmediatamente–. ¿Qué te pasa caramelito?
- Déjame…
- ¡Shhh! A mí no me hables así, mi amor –dijo interrumpiéndome.
- ¡Suéltame! ¡No me toques! ¡Esto se acabó: no lo aguanto ni un segundo más! Este es el punto y final: hasta aquí hemos llegado. He aguantado tanto tiempo aquí por Kill, no por ti –se tapó los oídos al oír esto–. Tú me humillas, me ultrajas, me haces sentir una basura… Encima también acuestas con Amy…
- Sólo te trato como lo que eres: basura. Una furcia, una puta de mala muerte… Que sepas que esto se acaba hasta que yo lo diga –dijo mientras yo comenzaba a llorar– ¡Oh, sí! ¡Me pone verte tan frágil e indefensa! Ven aquí: tú y yo tenemos algo pendiente antes de dar por finalizada esta relación…

Eché a correr hacia la puerta, pero me alcanzó rápidamente. Me golpeó y caí al suelo. Comencé a replegarme y a ponerme en posición fetal. Él se quitó la camiseta, los zapatos, los pantalones, los slip, etc; en fin, se quitó todo. Se arrodilló junto a mí y comenzó a manosearme. Me intenté defender y golpearle para liberarme, pero con una sola mano me tomó por ambas muñecas y me inmovilizó. Me arrancó los botones de la camisa al tirar de ella y luego se puso a tocarme los pechos…
Me movía: quería salir huyendo, liberarme… pero no podía y cada vez estaba más y más cansada. Me quitó los pantalones, no sé con seguridad cómo pudo hacerlo; pero lo hizo y los tiró lejos, muy lejos, y con ellos mi teléfono móvil… Su mano se metió en mis braguitas e introdujo un dedo en mi clítoris:
- ¿Te gusta, Sally? Claro que te gusta, lo que no lo quieres reconocer… Deja de una vez de llorar y de moverte: así no vas a disfrutar nada y me vas a cabrear…

Me estuve quieta, pero no podía parar de llorar: me resultaba imposible. Él hacía lo que sabía que otras veces me ponía a mil y llegó un momento en el que, en un fondo no muy lejano, yo también estaba disfrutando con lo que me estaba haciendo, pero no podía, yo no quería, lo estaba haciendo contra mi voluntad… Volví a negarme y lo empujé con fuerza para quitármelo de encima. Se me quedó mirando y me habló:
- ¿Por qué? –me preguntó, pero solo hubo silencio: no hubo respuesta de mi parte, solo sollozos. Comenzó a llorar y continuó–: ¿En qué momento me volví así? Ya no sé diferenciar entre amar a una persona y querer poseerla… Primero pensaba que te quería a ti, luego me volví a obsesionar con Amy… Enloquecí de tal manera que no le dejaba estar con sus amigos, ni salir siquiera del piso si no era conmigo o con Kill. Llegué a pegarle varias veces, al igual que a ti, pero a ella más: cada vez que protestaba por cómo le hablabas, le pegaba a ella también por defenderte… No pido con esto que me perdones ni que me entiendas, menos después de esto, pero lo siento muchísimo… No puedo evitarlo al ver que cada vez estás más cerca de Kill y más lejos de mí… pero tampoco puedo serte fiel y dejar a Amy… No puedo… Deberías irte de aquí, alejarte de mí y no volver… No te retendré más: te vuelvo a conceder tu libertad.

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martes, 20 de julio de 2010

Cap. XI: “Querido amigo…”

28 de Febrero, 12.30 a.m.
Querido amigo, fiel compañero, el que mejor guarda mis secretos… Sí, estoy hablando de ti mi amado diario. Ya han pasado dos meses desde que yo y Darío decidimos atrevernos a ser amigos especiales. Finalmente, mamá me dejó quedarme con él, Kill y Amy en el piso, pero daría lo que fuera porque no me hubiese dejado… Nuestra relación ha empeorado: cada día que pasa ama más a Amy, lo sé, y me hace sentir una basura, un trapo sucio, una toallita de usar y tirar… Cuando hacemos el amor, piensa en ella; incluso un día mientras lo hacíamos me llamó por su nombre… No lo soporto, dista mucho de cómo es Kill. ¡Mi Kill! ¡Cuánto le quiero! Es mi mejor amigo, mi gran pilar de apoyo, el muro de contención, el compañero de copas, el paño de lágrimas…
Como ya sabes, soy menor de edad aún (y ya sé que no debería tomar alcohol), pero ayer fue mi cumpleaños: diecisiete años. Darío no se acordó, ni siquiera me llamó cuando Kill le habló por el teléfono móvil delante de mí para recordárselo; al parecer estaba muy ocupado: se estaba follando a Amy… Podía llamarme a lo largo del día: tiene veinticuatro horas, pero no lo hizo… Kill, en cambio, estuvo todo el día conmigo: soportó, con gusto, tres horas de mocos y lágrimas, y cuando me cansé, me llevó al cine a ver una comedia de risa y, más tarde, a un restaurante italiano a comer pizza.
Cuando lleguemos al piso que, por cierto, estaba vacío: ni rastro ni de Amy ni de Darío; me tenía preparado, a modo sorpresa, la casa con decoración de fiesta, me había hecho una tarta casera y había alquilado varias películas de diversos géneros para pasar una gran tarde-noche. No me pudo regalar nada, pero yo tampoco quería nada más: todo lo hecho era más que suficiente, incluso más que sobresaliente, ¿por qué no podía amarle a él? Al final, me llegó hoy con un regalo y Darío que me ha visto todo el día no me ha dado ni las felicidades… Me trajo un collar de plata con medio corazón que ponía un trozo de inscripción que podía leerse al unirlo con la otra mitad, la de él. Ponía “Friends for ever. Kill & Sally”. En el mío ponía Kill, en el de él Sally. Era precioso…
¡Ay, amigo mío! Me da vergüenza y pena tener que contarte esto, pero creo que debes saberlo: Darío me pegó el otro día… Sí, me pegó… Por usar un tono “atacante e hiriente” según él, con Amy. Lo único que le dije fue “tú, pásame la leche” y él cogió y me pegó. Amy se le enfadó por lo que hizo, pero nada más. Afortunadamente, Kill no estaba en el piso en ese momento, si no le hubiese dado una paliza seguro…
Sí compañero, no sólo no me ama, sino que me utiliza, juega conmigo y, ahora, también me maltrata… Es de lo peor, pero le amo inevitablemente…

8.45 p.m.
Lo ha vuelto a hacer, esta vez por ponerle simplemente mala cara a esa engreída cuando dijo “no existe mujer más guapa que yo en un radio de cincuenta kilómetros”; lo dijo de broma, pero yo puse una expresión en la cara que pareció no gustarle a Darío… No sé qué hacer, ni a quién acudir, excepto a ti: tú me escuchas sin lanzarte cual perro agresivo a su cuello… Tal vez es eso, quizás necesita que le den un escarmiento para que se percate del daño que hace, corrección: que ME hace; pero no quiero meter por medio a Kill en esto: la última vez que se metió entre nosotros acabaron uno con la nariz rota y el otro con los dos ojos morados… Tal vez sea Amy la que debería ayudarme, pero ella se va siempre aguantando el llanto, no dice nada, se encierra en su cuarto y no vuelve a salir… Es raro, no sé por qué pero me da la impresión de que, o bien ha pasado por esta misma situación, o bien lo está pasando y prefiere hacer oídos sordos y ojos ciegos ante lo ocurrido…
También estoy encerrada en mi habitación. Lloro. Tengo un ojo morado y me duele una barbarie… Nadie lo sabe, pero tengo una botella de tequila guardada en el armario para situaciones como esta en las que necesito beber hasta perder el sentido para poder olvidar durante un pequeño período de tiempo y sentirme mejor, entre comillas… Ahora mismo estoy bebiendo, así que si escribo alguna tontería ya sabes por qué es… Por favor, no me vayas a denominar por esto “borracha”, denomíname “señorita alcohólica”; no por nada de especial relevancia, sino por estética: suena menos sucia de lo que siento que soy y estoy… Cuando me baño, me paso dos horas (y no exagero) restregando mi cuerpo con mucho jabón, intentando quitarme la suciedad que solo yo veo en mi cuerpo cuando me acaricia y me besa después de haberme golpeado… Ahora mismo me siento sucia… Te dejo: voy a darme otra buena ducha…

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jueves, 15 de julio de 2010

Cap. X: Pillados in fraganti

Kill me besó y justo en ese preciso momento apareció Amy y dijo:
- No me lo puedo creer… Uff… Cuando Darío se entere… Les va a odiar a ambos: no les podrá perdonar…
- ¿Odiarnos por qué? –pregunté cabreada.
- ¿Por qué? Porque su novia se estaba enrollando con su mejor amigo. ¡Qué fuerte!
- No soy su novia y tampoco nos estábamos enrollando… caí encima suyo intentándome poner de pie…
- Sí, sí. Ahora viene el “me hechizó su mirada y no sé cómo acabé besándole” –dijo haciendo comillas con las manos.
- Pues sí.
- ¡Bah! Excusas baratas…
- ¡No son excusas baratas! –le grité ofendida.
- Amy, cállate –dijo Kill con una amable sonrisa y un tono calmado–. Que no tenga que repetírtelo, por favor.
- ¡Ni hablar del peluquín! Ahora mismo se lo cuento… ¡Nos vemos!

Amy salió a todo correr rumbo al piso. Nosotros nos quedamos allí, dentro del agua, siguiéndole con la mirada hasta que desapareció en la distancia. Entonces nos miramos, nos encogimos de hombros y nos reímos:
- ¡Qué exagerada es! A veces parece una niñita pequeña de seis años… Darío no le creerá. Quizá, si le convence, vendrá a preguntarnos si es cierto que pasó algo entre nosotros… y lo vamos a negar o nos meteremos en una buena: esto no ha sucedido.
- Vale, pero… no sé mentir –le dije.
- Pues no digas nada. A un amigo se le puede perdonar una mentira y una traición, a una novia no…
- Soy su amiga…
- Sí, ya… –dijo incrédulo.
- Que sí, somos simplemente amigos especiales… Lo que yo le quiero, le amo; y él a mí solo me quiere como amiga, nada más.
- ¿En serio? ¿Entonces sólo eres su follamiga? –le puse mala cara por el término que usó para designarme, pero asentí–. Perdón por el término. Volviendo al meollo de la cuestión, yo pensaba que eran pareja…
- Ya ves… Bueno, ¿seguimos con la clase de surf?
- Claro. Venga, súbete de nuevo a la tabla e intenta ponerte de pie. Sé que es difícil, pero puedes lograrlo.

Lo seguimos intentando pero resultó ser que, o soy muy torpe, o no tengo equilibrio. Me decanto por esto último… Entonces vi como Kill hizo un análisis rápido de los alrededores y me dijo:
- Ahí vienen Darío y Amé. Parece ser que le convenció de lo ocurrido. Tú sigue haciendo esto y disimula. Venga, súbete a la tabla. Estarán aquí dentro de tres, dos, uno…
- Hola, ¿qué tal? –dijo Darío.
- Uff… Tú me dirás, por lo pronto me veo muy torpe: me he caído unas seis veces sobre Kill.
- Y en uno de esos momentos, ¿no se habrán besado?
- Claro que no, Darío. Si son novios, ¿cómo vamos nosotros a estarnos besando y/o enrollando? Porque son novios, ¿no?
- No, pero casi… Como si lo fuéramos –le dijo con tono de advertencia.
- ¿No lo son? Haberlo dicho antes: le hubiera comido la boca hace rato…
- ¡Mentirosos! ¿Por qué mienten? ¿De qué vale mentir? Les quedará un enorme remordimiento de conciencia por lo ocurrido y, más aún, por mentir. Yo no digo más, sé lo que vi.
- Viste cómo se cayó sobre mí al no mantener el equilibrio sobre la tabla. ¿Qué crees haber visto?
- Sabes lo que vi. No vale de mucho hacerte el loco, y tú te quedas en silencio… –dijo mirándome.
-Sí, paso de discutir sobre algo que no pasó con una loca celosa como tú que tiene paranoias mentales y que me insulta… Podrías salir perdiendo y quedar muy mal, así que paso de dejarte en ridículo…
- ¡Yuos! –dijeron Kill y Darío al unísono–. Pues acabas de hacerlo…
- Eso creen ustedes… –dijo Amé con impotencia, luego se fue.

Fue un buen día de playa, dentro de lo que cabe… Sobre todo después de hacer kayak.

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lunes, 12 de julio de 2010

Cap. IX: “El regreso de Amy”

¡Por fin viernes! No he visto a Darío desde el domingo, pero quedemos en que me iba a pasar con él y Kill todo el fin de semana. Ahí estaba, tan poco puntual como siempre: veinte minutos tarde. Me preguntó si cogí algún bikini y le dije que no, así que fui a mi casa a buscarlos y él me acompañó para ir a saludar a mis padres. Al final nos quedemos a almorzar, y a la tres y media salimos directos al piso.
Lleguemos y cuando entré vi a alguien cuya apariencia no me agradó: Amy. ¿Qué hacía ella allí?
- ¡Hola Darío! Hola… ¿te llamabas?
- Sally…
- Ams, pues ¡hola Sally! Siento el escándalo que monté la última vez en casa de Darío, estaba un poco propasada con el alcohol: no sabía lo que hacía ni lo que decía –dijo, en ese momento entró Kill–. ¿Conoces a mi hermano Kill?
- Sí… ¿sois hermanos? –pregunté.
- Aunque no lo parezca: no nos parecemos en nada… ¿Cuántos años dices que tenías?
- Dieciséis.
- Vaya, creía que tenías mi edad…
- ¿Y cuántos años se supone que tienes?
- ¿No lo sabes? Creía que lo habíamos aquella vez, pero yo no me acordaba…
- No hablemos…
- Ams, pues yo soy Amy, diecisiete años, soy de Maspalomas y estoy, bueno, estaré en segundo de bachillerato de letras, pues aspiro a ser una gran empresaria. Ahora tú.
- Me llamo Sally, tengo dieciséis años y soy de Valsequillo. Estaré este próximo curso en primero del bachillerato científico-tecnológico y aspiro a ser ingeniera topográfica.
- Ummm… interesante.
- ¿Se vienen a coger unas olas? –nos preguntó Kill.
- Vale –le dije yo.
- Ahora no me apetece –dijo Darío–. Más tarde voy.
- Yo también voy más tarde. Sabes que quedé con Sandra de ir con ella a la playa… –respondió Amy.
- Pues nos vamos tú y yo, y ahora no me digas que no si Darío no viene…
- Vale… Me pongo el bikini y vamos –le dije con una sonrisa.

Me puse el bikini y unos de esos pantalones de hacer surf que me prestó Amy. Entonces salí, me dio una tabla de surf y nos fuimos a la playa. Una vez allí, me preguntó que si tenía idea de cómo coger una ola, obvio que no, por lo que tocó una clase magistral para lerdas en el surf, como yo…
Nos pusimos donde el agua me llegaba por poco más de la cintura, me ayudó a subirme a la tabla y me dijo que me sentara y prestase atención a cómo lo hacía él. Me quedé boquiabierta: eso no lo hacía yo ni con años de práctica… Regresó y me dijo que me tumbase boca abajo en la tabla, de manera que pudiera remar con las manos y desplazarme hacia la ola. Después de un buen rato para controlar, medianamente, eso; intentó hacerme poner de pie en la tabla y, para ello, me dijo:
- Te impulsas levemente con las manos, pones esta rodilla aquí, este pie aquí, te levantas y giras el cuerpo así. Estiras los brazos de esta forma para mantener el equilibrio, pones la cabeza mirando hacia tu objetivo y, por lo pronto, los pies quietos: sólo queremos ponerte de pie.

Lo intenté y me caí una y otra y otra vez: era difícil. En una fui tan oportuna, que caí encima de él y me quedé abrazada a su cuello y enganchada, con los pies, a su cintura. Me quedé mirando fijamente sus ojos y él los míos: eran profundos cual pozo sin fondo y de un precioso color verde. Se reía, pero de pronto cesó su risa y comenzó a acercar sus labios a los míos. Estaba como hechizada: no me podía apartar, pero, por una extraña razón, tampoco quería… Me besó y justo en ese preciso momento apareció Amy y dijo…



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lunes, 5 de julio de 2010

Cap. VIII: “La aparición de Kill”

Mañana Darío empezaba su primer día en la universidad, así que hoy tenía que trasladarse a un piso que tenía en la capital junto con un amigo que iba a estudiar enfermería. Claro que Darío no iba a ser enfermero: el iba a estudiar muy duro para llegar a ser un gran abogado…
Desde bien temprano en la mañana, había salido de su casa en San Mateo hasta lo que ahora sería su hogar durante el curso: el piso que tenían en Las Palmas. Según se había terminado de instalar, fue a recogerme a mi casa en su coche: un Toyota Yaris plateado.
Cuando lleguemos, me dio las llaves del piso y me dijo que entrase. Abrí la puerta y entre. Nada más entrar, a mano izquierda, estaba la sala, que constaba de un sofá-cama blanco que resaltaba con el color naranja de la pared; además, tenía un televisor de plasma de cincuenta pulgadas colocado sobre una mesa vanguardista también blanca, un aparato de música y un homecinema.
- ¿Estás impresionada? –me preguntó, pero no pude responder: no me salían las palabras–. Pues esto es solo la sala…

Luego me enseño la cocina y el comedor, también impresionantes; y luego pasamos al baño. El baño, a parte de los clásicos lavamanos, retrete y bidé, también tenía una enorme bañera hidrotermal y una de las paredes estaba ocupada en su totalidad por un enorme espejo. También había un sustancioso armario sin puertas muy chic, y un plato de ducha para cuando no había tiempo para relajarse.
Luego me enseñó el cuarto de su compañero, que se encontraba ahí, así que nos presentó:

- ¡Ah! Hola Kill. ¿Qué pasa hermano? –le dijo chocando las manos.
- Nada tío, por aquí, ya me iba… ¿Quién es esta chica? ¿La conozco?
- No estoy seguro de que se hayan visto alguna vez… Esta es Sally.
- Con que tú eres la famosa Sally… Darío me ha hablado mucho y muy bien de ti. Es todo un placer conocerte, mi nombre es Killiam, pero puedes llamarme Kill –me dijo con una sonrisa arrebatadora.
- Encantada de conocerte y el placer es todo mío. Los amigos de Darío son mis amigos.
- Pues entonces nos llevaremos bien: yo soy su mejor amigo…

Ellos siguieron hablando y, mientras tanto, yo me dediqué a hacerle un exhaustivo examen a Kill: era más alto que Darío, debía rondar los dos metros; tenía los ojos verdes y el pelo rubio, más largo que el de Darío; y, por su fresco estilo y la decoración de su cuarto, me arriesgaría a decir que le gustaba el surf. Poseía una sonrisa de bucanero ladrón de corazones que le hacía un chico muy interesante. Era muy posible que tuviera novia… De repente, me percaté de que se estaban despidiendo:
- Pues bueno Kill, que se te va la tarde.
- Si tú y la piba quieren ir a coger unas olas conmigo, sabes que tengo otras dos tablas…
- No hermano, gracias. Creo que tenemos mejores planes…
- ¡Ah! Ya lo cojo… Vale brother –le dijo, luego se acercó a mí, me tomó la mano, la besó y me dijo–: Espero volver a verte otro día, pero hoy tengo un pelín de prisa: quedé con unos amigos para coger olas. Ha sido un placer conocerte.
- Lo mismo digo…

Killiam se fue y Darío me llevó a su cuarto. Echamos un polvo rápido, pues tenía que llevarme de vuelta a mi casa pronto: mañana tenía que madrugar para ir a la universidad, y dentro de un par de días yo empezaría en la escuela de arte, e iba a intentar convencer a mis padres de alquilar yo también un piso en Las Palmas, o ayudar a Kill y Darío con aquel piso y quedarme en un a tercera habitación que había y que estaba disponible…
Me dejó en mi casa a las siete, se despidió y me dijo que no creía que nos pudiésemos ver mañana. Uff… eso no me gustó, pero si no le veía, le llamaría: no me quedaría sin saber de él un día…
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jueves, 1 de julio de 2010

Cap. VII: “Llegó el ansiado momento”


Ahora era yo la que quería ir despacio, hacer algo más serio, como si se congelase el tiempo, como si tuviésemos una auténtica relación amorosa. Daba igual que aún no pudiese confiar plenamente en mí y que tampoco me amase, con el tiempo seguro que podía lograrlo.
Me acerqué con delicadeza hacia él y, esta vez, me puse yo encima; le acaricié la espalda y le besé suavemente, con dulzura, como si en ello me fuese la vida; y luego le dije:
- Yo también te quiero muchísimo, tal vez demasiado: te amo. –se lo dije muy bajito al oído, como un susurro. Él se apartó.
- Yo no quiero que me ames –me dijo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla derecha–. No quiero que sientas por mí algo que yo no te pueda corresponder…
- Ahora no, pero con el tiempo aprenderás a confiar en mí y puede que incluso te enamores. Haré todo lo posible y pondré todo de mi parte para que así sea.
- No entiendes… –dijo sonriendo ligeramente.
- ¿Qué tengo que entender?
- Verás, te mentí. Aún amo a Amy…
- Tranquilo, necesitas tiempo. Yo te ayudaré, ante todo soy tu amiga y te apoyaré en lo que haga falta.
- Más tiempo… ¡Je! Me deprimes…
- No lo hago Dejemos este tema de conversación. ¿Por dónde íbamos? – le sonreí con picardía y él también sonrió.
- Pues justo en el momento en el que yo deslizo suavemente mis manos desde tus rodillas hasta tu cintura; y tú, mientras tanto, subes desde mi abdomen hasta mis hombros…
- Y entonces –le interrumpí–, es cuando paso una mano por detrás, por tu cuello, mientras la otra se pierde en tu pelo. Ahora viene el beso…

Le besé delicadamente y él respondió fieramente: me mordió el labio inferior y tiró hacia él con fuerza. Gemí: eso me ponía como una moto y acababa de descubrirlo. Arqueé el cuerpo hacia atrás y bajé un poco, entonces sentí como él también estaba a mil… Me levantó y luego me bajó con sumo cuidado. ¡Oh, sí! Estaba entrando dentro de mí… Él prosiguió con el sube-baja cada vez más rápido: me retorcía de placer… Se notaba que él tenía experiencia. Me puse el dedo en la boca y me mordí, entonces me volvió a bajar, esta vez con más fuerza, mucha. Di un grito ahogado y miré su cara: tenía la boca abierta y los dientes apretados, se notaba que le estaba resultando placentero. Me fijé en su frente, y vi como una gota de sudor descendió por el lado izquierdo de su cara…
Proseguimos hasta que estuvimos demasiado agotados para continuar… En ese momento, nos tumbamos el uno junto al otro, en el sofá. Me pasó la mano por encima del hombro, se giró hacia mí para poder mirarme y sonrió. Aún tenía la respiración entrecortada. Le sonreí y le dije:
- Me ha encantado. No me explico cómo esto no pudo pasar antes…
- Contratiempos –me dijo con una sonrisa.
- Sí, contratiempos…
- Te tienes que ir, mis padres llegará de un momento a otro y nos les dije que estarías. A ver si mañana me mudo de una vez al piso…
- Está bien… ¿Nos vemos mañana?
- No me lo pienso perder.

Me vestí, nos despedimos y me fui. ¡Ay! ¿Qué era eso que sentía entre las piernas, en los muslos? ¿Agujetas? ¡Increíble! Mañana tenía que contárselo a Darío, seguro que se va a reír.

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martes, 29 de junio de 2010

Cap. VI: “¿A la tercera va la vencida?”

Salía una chica en la pantalla. ¡Oh, no! Estaba detrás de ella, no lo podía evitar, no:
- ¡Detrás tuya! ¡Gírate! ¡No, no! ¡No te gires! ¡Corre! ¡Ahh! –le gritaba efusivamente a la pantalla del televisor y me abrazaba a Darío asustada, mientras, él se reía–: Dime que se ha ido… ¿Puedo mirar ya?
- Ja, ja, ja… –decía entre lágrimas de risas– ¿Puedes estarte tranquila? No te va a pasar nada, yo estoy aquí, contigo.
- ¿Y me protegerías para que no me pasara nada? –le pregunté poniendo carita triste.
- Con mi propia vida si fuese necesario.
- ¿Sabes por qué te quiero? –le pregunté con una cálida sonrisa.
- No –dijo acariciándome una mejilla.
- Por ese tipo de pequeñas estupideces que me dices, las cuales, me hacen sentir única…

Le di un besito, pero el besito se convirtió en un morreo; las caricias, en manos traviesas jugando debajo de la camiseta y del pantalón; y la televisión, pese a estar al máximo volumen que permitía, ni siquiera la escuchábamos, esa como si estuviera apagada…
Esta vez íbamos con más cuidado, más delicadeza, más lentitud: nada de prisa; poca pasión y mucho romanticismo… Era como si me estuviese cuidando, como si fuese de cristal y la posibilidad de poder romperme y hacerme añicos le hiciese ralentizarse y tratarme con esa especial delicadeza… Me gustaba que fuera así conmigo, incluso me hacía sentir querida, amada… Eso no lo había sentido las otras veces, era más un “aquí te pillo, aquí te mato”… Ahora no se sentía el ardiente y abrasador fuego: se sentía la calidez de una pequeña llama encendida entre los dos…
Todo continuó rondándome la cabeza mientras seguíamos aligerando ropa. Cuando ya estábamos desnudos, me ayudó a irme recostando en el sofá, poco a poco, despacio sin prisas, con mucho cuidado… Al darse cuenta de que yo no estaba disfrutando, paró y me dijo:
- ¿Qué te pasa? No pareces estar muy a gusto… ¿Quieres que paremos?
- No, no. Estoy bien, solo es que estaba pensativa… –me excusé, pero era verdad: estaba pensativa.
- ¿Segura?
- Sí, pero este ritmo… no me termina de satisfacer… Me gusta más cuando vamos rápido, sin pensar… sólo actuar, llevarnos por nuestros instintos, como animales salvajes… Así solo me haces daño, parece que me ames y no es así… me haces sentir mal…
- Lo siento, yo solo quería… –me decía preocupado.
- Hacerme sentir protegida –le interrumpí–. Lo sé, quieres hacerme sentir bien, amada, y me tratas con ese amor y esa delicadeza tan… tan falsos, porque no sientes nada…
- Sí que siento algo por ti… –dijo.
- ¿Sí? –le interrumpí de nuevo– Tal vez sientas una gran amistan, o cariño, o lástima, o no sé… pero lo que sí que no sientes es amor…
- Claro que siento hacía a ti un gran cariño, necesidad y obligación de protegerte y cuidarte, y la amistad fue creada expresamente para nosotros dos; pero no siento lástima. ¿Lástima por qué? Siento envidia, porque tuviste la valentía de pedirme que tuviésemos este tipo de relación; y admiro enormemente la fuerza con la que llevas todo esto. No es que no te ame porque no quiera, es lo que más desearía que pasase: que me enamorase de ti, y así tener algo más serio y formal: una preciosa relación… pero es que no puedo amarte: después de lo que pasó con Amy no he vuelto a amar a nadie, porque soy incapaz de confiar plenamente en una chica. No me pidas que confíe en ti, pues no puedo hacerlo, algo me lo impide, lo siento. Pero he de decirte que te quiero muchísimo.
Ahora era yo la que quería hacer algo más serio, como si se parase el tiempo, como si tuviésemos una auténtica relación amorosa. Me acerqué con delicadeza, le besé y…

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Cap. V: “¿Tienes protección?”

arío me llamó: quería verme. Me dijo que estuviese en su casa en una hora, y ahí estaba yo, a punto de tocar el timbre. Parecía que estuviera en la puerta, pues no había puesto ni la mano en el telefonillo, cuando abrió la puerta acompañado de un “pasa, pasa”. Fuimos a su cuarto (aunque eso ya me lo imaginaba), pero solo fue para coger su móvil y las llaves. Salimos fuera y comenzó a mostrar su cara de tristeza, cara la cual me preocupaba:
- Darío, ¿estás bien? –le pregunté mientras buscaba su mirada e intentaba que sus ojos encontrasen los míos.
- Mejor, gracias por preguntar, ¿y tú? ¬dijo clavando sus ojos, de un azul bellísimo, en los míos.
- Ehh… ¡Je, je! Bien, sobre todo después de haber visto tus preciosos ojos encontrar los míos –se rió cuando se lo dije, además añadí–: y tienes una sonrisa muy linda. Debería estar prohibida pues es muy contagiosa, peor que un virus… Mira, ¿ves? ¡Ya se me contagió!
- ¡Ja, ja! Gracias por hacerme reír, sabía que me iba a sentar bien verte. He estado fatal desde el otro día… Siento mucho lo sucedido con Amy, no era mi intención que ella apareciera, y mucho menos hacerte ir de mi casa así, sin más.
- Sabes que no pasa nada, te perdono, lo único es que nos pilló en mal momento y… aún no hemos terminado lo que empecemos: no me gusta dejar las cosas a medias –le dije con un tono insinuante.
- ¿Quieres terminarlo aquí y ahora? –dijo con sonrisa pícara.
- ¿Aquí? –dije mirando a ambos lados y verificando que me encontraba en un camino de tierra, en plena naturaleza, lleno de hierba y, por supuesto, también de bichos– Pero… es que… no sé… ¿seguro que quieres aquí?
- ¡Oh, sí! –dijo tan fresco.
- No sé…

Sin darme tiempo a continuar pensándomelo, me cogió por la cintura, me atrajo hacia él, pegando su cuerpo al mío, y me comenzó a besar. Entonces sentí algo raro y duro clavándose en mi zona abdominal… ¡Ups! Estaba cachondo, lo tenía erecto y ¡Dios! Me estaba poniendo a mil…
De un momento a otro me encontré encima de él, en el suelo, y en ese instante de lucidez, me abordó una idea que aportaba más seguridad a lo que estábamos haciendo y tuve que soltarla:
- Espera, espera –dije entre un beso y otro–, ¿tienes protección?
- ¡¿Eh?! –dijo él ralentizando el ritmo y frenando la lujuria.
- Que si tienes, por casualidad, algún condón –dije levantándome.
- Eh, claro. Alcánzame los pantalones: tengo uno en la cartera.

Se los di y comenzó a buscar por los bolsillos de los pantalones: móvil, llaves, chicles, mp4, auriculares, dinero suelto, etc.; pero de la cartera no había ni rastro…
- ¡Mierda! La dejé en mi casa… ¿Tú no tomas alguna de esas pastillas anticonceptivas, por un casual? –preguntó.
- Pues…no.
- ¡Joder! Pues, o seguimos y luego nos arrepentimos, o paramos en seco y nos quedamos con las ganas…
- ¡Nos quedamos con las ganas! La próxima vez será, ¿no? Dicen que a la tercera va la vencida…
- ¡Ja! Eso creen algunos…

Nos vestimos y fuimos de una vez a su casa. Vimos una película de terror y, como yo soy una miedica, me pasé media peli abrazada a él y gritando; él, en cambio, se la pasó muy bien viendo mi cara de miedo, es más, me atrevería a afirmar que no paró de reír en todo el rato…
A mediados de la película, una cosa llevó a la otra, y volvimos a la carga. ¿Será a la tercera la vencida?






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