domingo, 1 de agosto de 2010

Cap. XIV: “Cumplo lo que prometo…”

Estaba almorzando con mis padres frente al televisor. Veíamos las noticias tranquilamente, cuando la chica de los informativos dijo:
- ¡Noticia de última hora! Me informan de que ha habido un asesinato en la capital Gran Canaria. Han matado a un joven universitario que había sido denunciado recientemente por maltratar y violar a dos chicas. El chico de tan solo diecinueve años, se llamaba Darío Hernández de la Rosa y murió desangrado por un corte en el cuello. El principal sospechoso se cree que es su compañero de piso y también supuestamente amigo, Killiam Torres del Pino, al cual están trasladando ahora mismo a comisaría para que declare. Tenemos a una compañera en el lugar de los hechos: María, ¿tenemos alguna novedad?
- Estíbaliz, estamos frente al piso donde se cometió el crimen, y nos acaban de informar que fueron a buscar a otros dos sospechosos…

Sonó el timbre de mi casa. Mi padre fue a abrir la puerta:
- Buenos días… señores agentes. ¿Desean algo? –preguntó mi padre asustado e intentando guardar la compostura.
- Sí, ¿es esta la casa de Sally Martínez Diepa?
- Sí, es mi hija…
- Tiene que venir con nosotros a declarar a comisaría como sospechosa que es… – salí a la puerta al oír eso–. ¿Es usted Sally?
- Sí… –dije con voz temblorosa.
- Venga con nosotros a comisaría. Es usted una de las principales sospechosas del asesinato de Darío Hernández de la Rosa –sonó el teléfono–. ¿Sí? ¡Ah! Okey… Ya no hace falta que nos acompañe: uno de los sospechosos se acaba de declarar culpable.
- ¿Puedo saber quién?
- Su compañero de piso.
- ¡¿Qué?! ¿Puedo acompañarle? Necesito hablar con él, saber por qué lo hizo…
- No creo que le dejen pasar a hablar con él, pero puedes acompañarnos e intentarlo: por nosotros no hay problema por llevarle hasta allí…
- ¡Gracias! Espere un momento…

Corrí, cogí el móvil y me fui con ellos. Llegué y, después de muchas súplicas, me dejaron pasar a verle:
- Kill…
- ¡Sally! ¿Qué haces aquí?
- Necesito explicaciones…
- Primero, decirte lo que siento. Necesito que me perdones… Sé que no debí hacerlo, pero me llevé por el odio y un estúpido impulso de venganza… Tocó a dos de las cuatro personas más importantes para mí y les hizo daño. Le concedieron la libertad con cargos y una orden de alejamiento, nada más. Sus padres sobornaron a quienes tenían que sobornar… No dejaré que los míos hagan lo mismo, lo que hice estuvo mal y debo pagar por mis actos… Al fin y al cabo, solo hice lo que te dije, yo cumplo lo que prometo: pagó por lo que hizo, eso no volverá a ocurrir… Juré que lo mataba y lo hice… Me da igual estar pagando por lo que hice, lo que importa es que cumplí mi palabra y ya no volverá a hacerte daño… y Amy tampoco…
- Era tu mejor amigo… ¿Cómo pudiste hacerlo?
- Tú lo has dicho: era. ¿Cómo pude? Muy fácil: le di un golpe en la cabeza con un jarrón que lo dejó inconsciente. Cuando despertó, estaba atado a una silla, yo en frente de él. Le sermoneé e intenté hacerle entrar en razón, luego le pregunté por qué lo hizo… ¿Sabes por qué? –negué con la cabeza–. Dijo que dos putas como ustedes merecían eso y más. Fui a buscar un cuchillo y lo mirándole a los ojos, entonces me dijo “¿qué Kill? ¿Me vas a matar, eh? ¿Lo vas a hacer? Eres un gallina, un acojonado de mierda, un maricón…”. Continuó insultándome y buscándome las cosquillas, hasta que me levanté y le solté un cuchillazo en la cara mientras le decía que si hacía falta, sí. Prosiguió con la misma cantaleta, y en un momento en el que me dejé influir por sus comentarios, me levanté, busqué un cúter en los cajones del escritorio y le escribí, en una muñeca, tu nombre y, en la otra, el de Amy. Él continuó y yo le hice un corte en el cuello al girarme y estirar bruscamente los brazos gritándole que se callara de una puñetera vez. Intenté parar la hemorragia y, en lo que el perdía la consciencia, llamé a una ambulancia y a la policía. Le solté las cuerdas con las que le había amarrado, le acosté en el suelo, y seguí presionando la herida pero no dejaba de sangrar, creo que le corté la yugular… Fui a comisaría a declarar y había quedado limpio de culpa, pero cuando me dijeron que las culpables debían ser Amy y tú, pues tenía grabada en sus muñecas los nombres de ustedes; cambié mi versión de los hechos y conté la verdad: no iban a pagar ustedes por algo que hice yo… Me arrestaron al admitir que yo fui el autor de los hechos. Luego llegaste tú… Lo siento Sally, perdóname… por favor…
Salí de allí sin decir nada. Llorando. En la entrada me estaban esperando… Era Amy, quería que empezáramos de nuevo…

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2 comentarios:

  1. No mujer! Que le cortó sin querer (a la hora de la verdad), que no se arrepienta de lo que hizo es otra cosa...

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